LA MADUREZ NO ES DUREZA
Conozco gente que no acepta
sus errores, personas que no desean jamás cambiar de opinión, sujetos que agreden
a quienes no piensan como ellos, rostros duros sin una sonrisa por años,
corazones petrificados sin posibilidad de mostrar una grieta. Cuando hacen oír
su voz se debe a que siempre encuentran “la mosca en la sopa” o en casos
extremos son capaces de poner la mosca a la sopa ¡porque nunca debe faltar! Muchos
de ellos justifican su actitud diciendo, sintiendo o creyendo en su corazón “es que son gente madura”.
¿La madurez es dureza?
Sinceramente creo en la posibilidad enriquecedora de modificar nuestra opinión
si encontramos las razones que nos hacen descubrir otros puntos de vista. Estoy
convencido que si una persona tiene la seguridad en lo que cree no necesita
agredir a nadie para mostrar su convencimiento. La sonrisa no es sinónimo de
ingenuidad o ignorancia. El corazón amable es muestra de estabilidad interior y
aceptar las variables de la vida “sin querer encontrar moscas en la sopa” y
mucho menos reprocharlas hace la convivencia más llevadera.
Creo que la auténtica
madurez se encuentra en la estabilidad en lo que pensamos, decimos y hacemos.
Una estabilidad que continuamente se está confrontando con la realidad sin el
temor que todo se derrumbará, un discernir el acontecer de cada día sabiendo
que es más que sano evolucionar. La madurez que viene a resultar de la lucha
por estar orientados por nuestros ideales, de tener en claro en nuestro corazón:
¿Qué tipo de persona quiero ser? ¿Qué tipo de persona estoy construyendo en el
instante presente?
Siento que la auténtica
madurez personal es capaz de ser autocrítica, de no ponerse como medida de todo
como si me dijese y estuviese convencido que “Es bueno solamente porque digo
que es bueno” o “es malo porque digo que es malo”.
En la práctica me he dado
cuenta que “una excesiva dureza” viene a ser generalmente un síntoma de
inseguridad interior donde “hay que ponerse una máscara de exagerada firmeza”
para tratar de convencerme que no soy débil. Es como si alguien se pusiera a
gritar creyendo que de ese modo “todos” creerán que solamente por su ruido
tiene la razón.
Quien es maduro va
descubriendo en qué momento debe ser firme, flexible o tiene que ceder.
La persona madura va
encontrando el equilibrio entre una acción serena y los momentos de distracción
y ¡de risa!
La persona madura aplica la
claridad y firmeza en sus ideales sin medias tintas y aceptando lo demás que es
relativo y por ello puede ceder.
La gente madura tiene muy
en claro sus metas aunque será flexible en sus etapas y métodos.
La persona madura sabe que
no tiene porqué gritar si bien en casos extremos deberá defender aquello que
cree.
Que valioso resulta
continuamente hacer un sincero examen de conciencia para reconocer como vamos y
retomar el camino en todo momento.
Qué grande es la misión de
nosotros los mayores de edad en educar a nuestros niños y jóvenes en los
grandes ideales.
Para quienes tenemos fe el
camino resulta más claro, tenemos a Jesucristo “camino, verdad y vida”
Verdadero Dios y verdadero hombre hijo de un carpintero; María santísima, ama
de casa; san José un humilde trabajador, personas sencillas sin alardes de
poder o dureza.
Estoy convencido que una
persona madura también la podremos encontrar ¡En los columpios! Ja, ja, ja…
¡Que el Señor te bendiga
abundantemente!
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