🤔🤔🤔 MÁRTIR:
Miguel Agustín Pro
-La guerra cristera- 🙏🙏🙏
En México, en un día como hoy
hace 90 años, nuestros abuelos vivían la persecución contra los por cristianos
católicos por parte del gobierno mexicano (por el que sería fundador el que
sería el PRI) y morían mártires... su único delito: Profesar la fe católica.
El Padre Miguel Agustín Pro, fue
ejecutado por el Gobierno sin juicio alguno- el 23 nov 1927. Las fotos son
auténticas, la autoridad mandó tomar fotos para ponerlas en los periódicos.
Ahora es reconocido como Santo Mártir. Su único delito fue ser sacerdote
católico. Fueron centenares los ejecutados sin juicio alguno.
Te recomiendo que veas la
película "La Cristiada" 2012 ofrece una visión histórica de esos
acontecimientos.
Te recomiendo estos tres
documentales de 40 minutos cada uno, estos son sus enlaces:
Algunos historiadores llegan a
calcular que murieron en esta guerra absurda alrededor de 200,000 personas.
SAN MIGUEL AGUSTÍN PRO - RUEGA
POR NOSOTROS.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen
de Guadalupe!
¡Que el Señor te bendiga
abundantemente!
GUERRA CRISTERA:
AUTOR RAUL
ESPINOZA.
A este respecto, me preguntaba un
catedrático español: -¿Cómo se explica que los mexicanos, siendo un pueblo
pacífico, religioso y tranquilo, hayan tenido a estos gobernantes tan violentos
y dictatoriales? Le respondí que el llamado “Grupo de Sonora”, encabezados por
Álvaro Obregón, Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles, habían tenido un
papel protagónico en la Revolución Mexicana y, de hecho, habían desplazado –la
mayoría de las veces con métodos sanguinarios- a otros líderes como Venustiano
Carranza, Emiliano Zapata, Francisco Villa…
Procedían del llamado “México
bronco” en el que imperaba la ley de las armas y que, además, su activa
participación en la Revolución los había tornado más desalmados y despiadados.
Y por si fuera poco, se habían rodeado de seguidores todavía más radicales como
Tomás Garrido Canabal y el General Fierro, entre otros muchos.
¿Cuál fue la formación ideológica
concretamente de Plutarco Elías Calles, quién fue Presidente de México durante
esta conflagración fratricida en el segundo lustro de los años veinte? Fue
profesor de escuela. Recibió capacitación de otros intelectuales y pedagogos
mexicanos que viajaron a París para adentrarse en el Positivismo de Augusto
Comte.
Este filósofo francés recogía el
pensamiento de la Ilustración y añadía que la religión era una etapa superada
por la humanidad; que el progreso, la razón y la ciencia se oponían
frontalmente a la fe; que la religión no era sino producto de la ignorancia y
el fanatismo de los pueblos y que había que crear una especie de nueva religión
sociológica basada en una mera fraternidad universal.
Calles sentía fascinación por el
Fascismo del estadista italiano Benito Mussolini y, más tarde, por el
nacionalsocialismo de Adolfo Hitler y, de éste último, releía con frecuencia su
libro “Mi Lucha”. Todo ello fue fuente de inspiración para fundar el P.N.R
(Partido Nacional Revolucionario), el embrión del actual Partido Revolucionario
Institucional (P.R.I.) para crear un sistema de dictadura de partido político y
con la finalidad de preservarse él mismo en el poder mediante la imposición de
“Presidentes-títeres” como Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L.
Rodríguez y consolidar su “Maximato”.
También es de todos conocidos que
el Presidente Calles tenía el Grado 33 dentro de la Masonería Mexicana y a esta
sociedad secreta pertenecían otras figuras políticas destacadas de esa época.
Ya desde que se redactó la
Constitución de 1917 tuvo un tinte claramente anticlerical. Muchos de sus
artículos resultaron abiertamente represores de la libertad religiosa y de los
derechos fundamentales de los ministros de culto y de los fieles católicos.
Pero Plutarco Elías Calles, no
contento con eso, dio un paso más beligerante contra el catolicismo: reglamentó
el artículo 130 constitucional para tener sojuzgada a la Iglesia con el
objetivo de mermar su participación en la vida pública nacional; a muchos
sacerdotes y religiosos los expulsó del país; estableció un control absoluto
sobre sus bienes temporales; limitó en forma drástica el número de sacerdotes
por cada estado y en Tabasco –por ejemplo- se determinó que para ejercer su
ministerio deberían de casarse.
Esto lo describe magistralmente
el escritor inglés, Graham Green en su conocida novela “El Poder y la Gloria”
en la que describe las injusticias y los atropellos inimaginables contra la
dignidad de los presbíteros y la libertad religiosa.
El mismo Presidente anterior, el
General Álvaro Obregón, calificaba a Calles como “el turco torvo y siniestro”
(por su ascendencia del Medio Oriente) que –con su mirada fija, dura e
imperturbable- “había que cuidarse de él y de sus turbias maquinaciones” –les
comentaba jocosamente a sus amigos políticos.
Lo cierto es que Plutarco Elías
Calles, poco a poco, se fue obsesionando con una idea medular: había que acabar
cuanto antes con el catolicismo en México, sin importar los medios ni los
métodos. Porque para él la religión era la causante de todos los males del
país.
Una prueba más de su actitud
agresiva contra la Jerarquía Eclesiástica y la Santa Sede fue su determinación
de fundar, en 1925, la Iglesia Católica Nacional Mexicana e impuso como
representante al Patriarca José Pérez. Con esta medida –según él- se
resquebrajaría la unidad de la Iglesia católica.
Las reacciones de los fieles
creyentes no se hicieron esperar: hubo numerosas manifestaciones públicas y
publicaciones de protesta. Al mismo tiempo, se fundó la Liga Nacional para la
Defensa de la Libertad Religiosa.
Unos católicos, como el profesor
Anacleto González Flores, propusieron la resistencia pacífica a través de un
boicot económico, como por ejemplo: no pagando impuestos, minimizar la
adquisición de productos que comercializaba el gobierno, no comprando billetes
de la Lotería Nacional, reducir al máximo el consumo de la gasolina… Y estas
medidas surtieron un efecto importante, trastornando la economía del estado
callista.
El Presidente sonorense, al
contemplar estos desafíos, desató toda su furia y violencia contra los
ciudadanos: el ejército entraba en las iglesias –durante las celebraciones de
la Santa Misa-, asesinaba a tiros al sacerdote y disparaba contra los fieles;
clausuró las oficinas de la Liga Nacional; mandó encarcelar, torturar y
asesinar a sacerdotes, religiosos y a sus principales líderes e ideólogos (entre
ellos a Anacleto González Flores); arrasó con iglesias, conventos y seminarios
donde Calles sabía que había clérigos o una población eminentemente católica…
Eran medidas punitivas para que sirvieran de escarmiento en los creyentes y que
le tuvieran miedo.
Los actos de profanación de los
templos se repitieron hasta la saciedad. Recuerdo haber observado unas
fotografías en las que los soldados federales entraron en un templo, abrieron
el Sagrario y pisotearon las Hostias con las pezuñas de sus caballos y, acto
seguido, utilizaron el Altar para comer y emborracharse.
A raíz de estas acciones
violentas e inéditas en México contra la Iglesia Católica, se desató la Guerra
Cristera. Muchos campesinos y rancheros fundamentalmente de los estados de
Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Aguascalientes, Yucatán, Nayarit, Colima,
Michoacán y Zacatecas espontáneamente se alzaron en armas y organizaron una
resistencia armada contra la represión del gobierno.
Al grito de: “¡Viva Cristo Rey!”
y “¡Viva Santa María de Guadalupe!” se enfrentaron a los soldados federales.
Eran católicos que sólo reclamaban su elemental derecho de la libertad de culto
en México y que les dejaran practicar sus creencias tanto a ellos como a sus
familias. “Luchamos por el honor y la dignidad y la herencia de libertad para
nuestros hijos” –sostenían.
Frente al inmenso poderío militar
gubernamental, estos cristeros portaban modestas armas. Pero su mayor arma era
su fe vibrante: rezaban antes de cada combate; algunos sacerdotes les
celebraban Misas; portaban en sus pechos medallas del Sagrado Corazón de Jesús,
de la Virgen María y crucifijos.
Las mujeres aliadas de esta causa
tuvieron un papel fundamental ya que les conseguían balas, alimentos,
transmitían informaciones militares claves, atendían a los enfermos y heridos
en los combates…
Se calcula que el número de
soldados cristeros llegaron a 20,000 hombres y algunos generales, indignados
por la prepotencia y el autoritarismo de Calles -como Enrique Gorostieta y
muchos más-, decidieron organizar mejor esta resistencia armada con tácticas
militares profesionales.
El resultado fue que en
relativamente poco tiempo, los cristeros obtuvieron sonadas victorias frente a
los federales y llegaron a poner en jaque al gobierno callista.
Después intervino el gobierno norteamericano
para poner fin al conflicto. Fue así como se llegó a un convenio o acuerdo
entre el gobierno y las autoridades eclesiásticas para que se volvieran a abrir
al culto los templos y se permitiera ejercer libre y pacíficamente la religión.
Por desgracia no fue una solución
de fondo, sino un mero “hacerse de la vista gorda” para que el gobierno no
aplicara todo ese conjunto de leyes y reglamentaciones persecutorias, que
tenían su origen en la Constitución de 1917.
Se les pidió a los soldados
cristeros que depusieran las armas, supuestamente bajo la condición de que los
federales cesarían en sus ataques, pero la realidad fue que Calles aprovechó
esa oportunidad para cobrar una cruel venganza y arrasar con los cristeros
emprendiendo una auténtica “cacería de brujas”.
En los años siguientes
continuaron las medidas amenazadoras y agresivas contra el catolicismo, como
las que realizó el Presidente Lázaro Cárdenas, más tendientes a proporcionar a
los niños y jóvenes una educación atea, socialista y anticlerical.
Fue hasta 1992, bajo el Mandato
Presidencial de Carlos Salinas de Gortari en que se reformaron muchas de esas
leyes persecutorias y se establecieron relaciones entre la Iglesia y el Estado.
Pronto la Santa Sede nombró a un Nuncio y el gobierno a un embajador en el
Estado Vaticano.
Sin embargo, hay todavía un largo
camino por recorrer para que México tenga unas leyes plenamente respetuosas de
la libertad religiosa de las diversas iglesias. Por ejemplo, entre otros muchos
temas, en materia de medios de comunicación, hace falta que se permita
legalmente a sacerdotes, religiosos y laicos tener programas de radio y
televisión a través de los cuales puedan transmitir sus mensajes espirituales y
pastorales con total libertad, como cualquier otro país tolerante y civilizado.
Por otra parte, hubo muchos
mártires de la Guerra Cristera que ahora se veneran en los altares. Cito tan
sólo algunos ejemplos:
- Los hermanos Ezequiel y
Salvador Huerta quienes fueron beatificados en 2005 en Guadalajara;
- El sacerdote Cristóbal
Magallanes, que fue canonizado por el Beato Juan Pablo II en el año 2002. En su
martirio pronunció unas palabras que me impresionaron hondamente: “Soy y muero
inocente. Perdono de corazón a los autores de mi muerte y pido a Dios que mi
sangre sirva para la paz de los mexicanos desunidos”;
- Luis Magaña Servín, Luis
Padilla Gómez, los hermanos Ramón y Jorge Vargas González, José Sánchez del Río
y Leonardo Pérez Larios fueron beatificados en 2005;
- Me parece que una mención
especial la debe de tener el mártir Anacleto González Flores –también
beatificado en 2005, posterior al Decreto firmado por Juan Pablo II en 2004-
considerado como el “Gandhi mexicano” porque enseñó pacíficamente la verdad y
el bien con la palabra y sus escritos, con su vida ejemplar y con su sangre.
Cuando se desató la violencia de Calles contra los que defendían la libertad
religiosa, el profesor Anacleto pronosticó: “De sobra sé que lo que va a
comenzar para nosotros ahora es un calvario. Dispuestos hemos de estar a coger
y llevar nuestra cruz. (…) Los convido a sacrificar su vida para salvar a
México”.
- Estas palabras del Padre
Cristóbal Magallanes y de Anacleto González Flores me hicieron recordar
aquellos primeros siglos de la cruenta persecución contra el cristianismo en el
Imperio Romano. Bajo el emperador Trajano, un obispo edificante, San Ignacio de
Antioquía, fue condenado a muerte en Roma por ejercer su ministerio episcopal y
predicar el Evangelio. Para aumentar más su sufrimiento físico y moral, el
emperador decidió que se trasladara a San Ignacio caminando fatigosamente desde
Antioquía hasta Roma. El viaje duró muchas semanas. Por su paso lo consolaban
los cristianos de las comunidades de Grecia e Italia, pero él se mantenía
imperturbable y con una enorme visión sobrenatural respondía: “Soy trigo de
Dios. Es preciso que sea molido por los dientes de las fieras, para convertirme
en pan inmaculado de Cristo”.
- Desde entonces se ha dicho que
“la sangre de los mártires, es semilla de los cristianos”. ¿Cómo comprender a
una persona que se entrega al martirio por su fe? Humanamente no tiene
explicación. Se requiere una gracia extraordinaria del Señor para aceptar todo
tipo de sufrimientos, humillaciones y torturas hasta culminar con la muerte heroica
por amor a Dios.
- A lo largo de XXI siglos en la
historia del cristianismo, son muchos los que han pretendido aniquilar la
doctrina de Jesucristo, pero cada vez que ocurre esto, la Iglesia de Cristo
siempre ha salido fortalecida, crece la fe con obras en servicio del prójimo y
se multiplican los cristianos.
- La película “La Cristiada” de
ninguna manera pretende despertar o sembrar rencores, resentimientos o abrir
viejas heridas, sino que es un planteamiento de un hecho real que ha ocurrido
en la historia de México y que invita a la reflexión.
- Por muchas décadas se ha
pretendido acallar, silenciar o minimizar a través de los textos educativos,
discursos políticos oficiales y algunos medios de comunicación, acerca de esta
gesta en defensa de la fe de nuestro pueblo creyente.
- Si leemos detenidamente los
escritos de nuestros mártires cristeros siempre encontraremos algunas frases
claves: la oración incesante clamando a Dios para conseguir la conversión de
los que se dicen enemigos del catolicismo y, tener la grandeza de ánimo a
imitación del Maestro, Jesucristo, para saber perdonarlos de todo corazón. Así
como la petición porque su sangre derramada por Cristo sirva para fortalecer la
unidad y la fe cristiana en las familias, en la sociedad y en las generaciones
sucesivas de mexicanos.