«He aquí la
esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38).
Una joven mujer, en su casa de Palestina, anónima
periferia del poderoso Imperio Romano, recibe una visita inesperada y
desconcertante: un mensajero de Dios le lleva una invitación y espera su
respuesta.
«Alégrate», le dice el ángel al saludarla; después le
revela el amor gratuito de Dios para con ella y le pide que colabore en la
realización de su designio sobre la humanidad.
Con estupor y alegría María recibe el don de este
encuentro personal con el Señor. Y dada su plena confianza en el amor de Dios,
se entrega totalmente a un proyecto todavía desconocido. Con su aceptación
generosa y total se pone con decisión al servicio de Dios y de los hombres
enseñándonos con su ejemplo, una luminosa adhesión a la voluntad divina.
«He aquí la
esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Al meditar sobre esta frase del Evangelio, Chiara
Lubich escribió: «Para realizar sus
designios, Dios solo necesita personas que se entreguen a Él con plena humildad
y con la disponibilidad de una sierva. María –verdadera representante de la
humanidad, cuyo destino asume– con esta actitud le deja todo el espacio a la
actividad creadora de Dios. Pero ya que “siervo del Señor”, además de ser una
expresión de humildad era también un título de nobleza, atribuido a los grandes
siervos de la historia de la salvación, tales como Abrahán, Moisés, David y los
profetas, con estas palabras María afirma toda su grandeza»1.
También nosotros podemos descubrir la presencia de
Dios en nuestra vida y escuchar esa «palabra» que nos dirige para invitarnos a
realizar en la historia, aquí y ahora, un fragmento de su designio de amor.
Nuestra fragilidad y nuestra insuficiencia podrían bloquearnos. Hagamos propia
la palabra del ángel: «No hay nada imposible para Dio»2 y confiemos más en su potencia que en nuestras fuerzas.
Se trata de una experiencia que nos libera de los
condicionamientos y de la presunción de suficiencia y permite aflorar nuestras
mejores energías y los recursos que no creíamos tener y, finalmente, nos hace
capaces de amar.
Refiere un matrimonio: «Desde que nos casamos,
decidimos abrir nuestra casa a los familiares de niños internados en el
hospital de la ciudad. Pasaron por nuestro hogar un centenar de familias y
tratamos siempre acompañarlas. A menudo la Providencia nos ayudó para sostener
económicamente esta iniciativa, pero debía estar siempre antes nuestra
disponibilidad. Recientemente recibimos una suma de dinero y pensamos
guardarla, seguros de que sería útil para alguna familia. En efecto, poco
después llegó otro pedido. Todo es como un juego de amor con Dios con el que
sólo debemos ser dóciles».
«He aquí la
esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Para vivir esta frase del Evangelio nos puede sernos
de ayuda la sugerencia de Chiara de recibir la Palabra de Dios como lo hizo
María: «Con total disponibilidad, sabiendo que no es un palabra humana.
Recibamos a Cristo en su Palabra. Con activa premura pongámosla práctica,
momento tras momento. Haciendo así, el mundo volverá a ver a Cristo pasar por
las calles de nuestras modernas ciudades, Cristo en nosotros, vestido como
todos, trabajando en la oficina, en la escuela, en los diferentes ambientes,
más variados, en medio de todos».
En este periodo de preparación a la Navidad, tratemos
de estar cara a cara con el Señor, como hizo María, acaso leyendo una página
del Evangelio.
Tratemos de reconocer su voz en nuestra conciencia,
iluminada por la Palabra y sensible a las necesidades de los hermanos.
Preguntémonos de qué manera podemos ser una presencia
de Jesús hoy, para contribuir a hacer de la convivencia humana una familia.
La disponibilidad con que responderemos le permitirá a
Dios sembrar la paz a nuestro alrededor y hacer crecer la alegría en el corazón.
LETIZIA MAGRI
1 C. LUBICH, «No perder la ocasión»: (1981).
2 Lucas 1,37.
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