«Bueno es Dios para con
todos, tierno con todas sus criaturas» (Sal 145, 9).
Este salmo es un canto de gloria para
celebrar la realeza del Señor, que domina sobre toda la historia: es eterna y
majestuosa, pero se expresa en la justicia y en la bondad y se parece más a la
cercanía de un padre que al poder de un dominador.
Dios es el protagonista de este himno,
que revela su ternura sobreabundante como la de una madre: Él es misericordioso,
piadoso, lento a la ira, grande en el amor, bueno con todos…La bondad de Dios
se ha manifestado hacia el pueblo de Israel, pero se extiende sobre todo lo que
ha salido de sus manos creadoras, sobre cada persona y sobre toda la creación.
Al final del salmo, el autor invita a
todos los vivos a unirse a este canto para multiplicar su anuncio, en un
armonioso coro de muchas voces:
«Bueno es Dios para con todos, tierno con todas sus criaturas».
Dios mismo confió la creación a las
manos laboriosas del hombre y de la mujer, como libro abierto en el que está
escrita su bondad. Y ellos están llamados a colaborar en la obra del Creador y
a añadir páginas de justicia y de paz caminando según su designio de amor.
Pero, por desgracia, lo que vemos a
nuestro alrededor son las muchas heridas causadas a personas muchas veces
indefensas y al entorno natural. Y es debido a la indiferencia de muchos y al
egoísmo y la voracidad de quienes explotan las grandes riquezas del entorno
sólo para sus intereses, en perjuicio del bien común.
En los últimos años se ha abierto
camino en la comunidad cristiana una nueva consciencia y sensibilidad en favor
del respeto a la creación; desde esta perspectiva podemos recordar muchos
llamamientos autorizados que nos animan a redescubrir la naturaleza como espejo
de la bondad divina y patrimonio de toda la humanidad.
Así lo expresa el patriarca Bartolomé I
en su Mensaje para la Jornada de la Creación del año pasado: «Se requiere una
vigilancia continua, formación y enseñanza, de modo que quede clara la relación
de la crisis ecológica actual con las pasiones humanas […] cuyo […] resultado y
fruto es la crisis ambiental en que vivimos. Por tanto, el único camino lo
constituye el retorno a la belleza antigua […] de la moderación y de la ascesis,
que pueden llevar a gestionar sabiamente el entorno natural. En particular la
avidez, con la satisfacción de las necesidades materiales, lleva con certeza a
la pobreza espiritual del hombre, la cual comporta la destrucción del entorno
natural»1.
Y el papa Francisco ha escrito en el
documento Laudato si’: «El cuidado de la naturaleza es parte de un estilo de
vida que implica capacidad de convivencia y de comunión. Jesús nos recordó que
tenemos a Dios como nuestro Padre común y que eso nos hace hermanos. El amor
fraterno sólo puede ser gratuito […]. Esta misma gratuidad nos lleva a amar y
aceptar el viento, el sol o las nubes aunque no se sometan a nuestro control.
[…] Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos
una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y
honestos»2.
Así pues, aprovechemos algún rato libre
de las tareas laborales, o todas las ocasiones que tengamos durante el día,
para dirigir la mirada a la profundidad del cielo, la majestad de las cimas y
la inmensidad del mar, o si no a una simple brizna de hierba que ha brotado a
la orilla del camino. Nos ayudará a reconocer la grandeza del Creador amante de
la vida y a encontrar la raíz de nuestra esperanza en su infinita bondad, que todo
lo envuelve y acompaña.
LETIZIA
MAGRI
1
Cf. BARTOLOMÉ I, Mensaje para la Jornada de la Creación, 1-9-2016.
2
Cf. FRANCISCO, carta encíclica Laudato si’, 24-5-2015, nn. 228-229.